Los
avances de la ciencia y la tecnología demandan que los sistemas educativos y
sus actores se pongan a la vanguardia y vayan a la par con las exigencias
globales.
El
auge del internet, las herramientas Web 2.0 y todas las tecnologías de la
información y la comunicación que han surgido en las dos últimas décadas han
desencadenado cambios a todo nivel y en todos los sistemas a nivel mundial.
En
Estados Unidos, por ejemplo, el sistema educativo ha sufrido cambios drásticos
en toda su estructura, para llegar a lo que hoy ellos llaman la educación del
siglo XXI. Estos cambios son, entre otros, inversiones millonarias en la
infraestructura física y tecnológica de las escuelas y los distritos escolares;
capacitación de los maestros para hacerlos competentes en el uso de
herramientas tecnológicas y en la instrucción basada en tecnologías de la
información y la comunicación; cambios en la estructura de los currículos, los
modelos educativos, las estrategias y metodologías pedagógicas, el sistema de
evaluación y promoción de los estudiantes; creación de redes del conocimiento
que van más allá de las paredes de la escuela y de los límites geográficos. El
internet y los avances tecnológicos han provocado una revolución educativa que va
tan rápido que asimilarlo no ha sido tarea fácil.
Por
otro lado, los adultos nos hemos visto involucrados en unos cambios que apenas
podemos asimilar. Nuestros hijos, sobrinos, nietos son parte de una nueva
generación que intentamos discernir y a la que tenemos que adecuarnos. Somos
nosotros los adultos los que debemos aprender y acostumbrarnos a usar un
sinnúmero de artefactos que para las nuevas generaciones son un juego de niños,
pero que para nosotros requieren cursos intensivos para medianamente
comprenderlos.
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| This picture is quoted from http://www.campaignasia.com/BlogEntry/333092,Digital+Natives+%E2%80%94+the+dominant+demographic.aspx |
Estos
jovencitos son parte de una nueva generación que Mark Prensky (2001) llama
“ciudadanos digitales”. Ellos, de acuerdo con el autor, al graduarse de la universidad
han gastado menos de 5000 horas de sus vidas leyendo, pero alrededor de 10,000
horas jugando videojuegos (sin mencionar 20,000 horas viendo televisión). Los
juegos de computador, el e-mail, el internet, los teléfonos celulares y la
mensajería instantánea son partes integrales de sus vidas.
Nosotros
los adultos, a quienes el autor llama “inmigrantes digitales”, en algún punto
de nuestras vidas nos hemos fascinado (por necesidad o por gusto) con el uso de
estas tecnologías y las hemos adoptado en nuestras vidas. Nosotros no vivimos
nuestros procesos de socialización de la misma manera que los jóvenes de hoy lo
hacen. Ellos simplemente son muy diferentes a nosotros y el camino que debemos
recorrer para comprenderlos y adecuarnos a ellos es largo y poco sencillo.
Los
inmigrantes digitales nos hemos convertido en instructores arcaicos, que
hablamos un idioma desactualizado (el idioma de la era pre-digital), tratando
de llevar nuestros saberes a una población estudiantil que habla, piensa y
aprende diferente a nosotros. Ellos hablan un idioma diferente, ellos manejan
la información de una manera distinta a la nuestra. Nuestros estudiantes
reciben enormes cantidades de información en una forma muy rápida, desarrollan
muchas tareas al mismo tiempo (leen, escuchan música, miran el e-mail, envían
mensajes de texto por el celular, ven televisión, etc.); prefieren gráficos a
textos, disfrutan más el juego que el trabajo “serio”. Incluso, nuestros
estudiantes padecen ahora trastornos de los que hace algunas décadas jamás
hubiéramos escuchado, como el déficit de atención e hiperactividad.
¿Estamos
los maestros preparados para ofrecer a los estudiantes la educación que ellos
necesitan, usando las herramientas que para ellos son familiares y
significativas? Más aún: ¿estamos preparados para entenderlos y ofrecerles el
apoyo necesario dentro de su proceso de formación? No basta con dotar las aulas
de clase con toda suerte de aparatos y artefactos electrónicos si los maestros
no sabemos cómo usarlos, cómo adecuarlos a un nuevo currículo y no conocemos
las nuevas características de la población a la que nos enfrentamos.
Las
aulas de clase del siglo XXI ya son una realidad, ya están siendo utilizadas
por una cantidad de maestros inmigrantes digitales que han adquirido una
ciudadanía digital. Estamos en una carrera contra el tiempo para convertir
nuestros sistemas educativos a las nuevas tendencias mundiales y a las nuevas
necesidades, intereses y expectativas de los ciudadanos digitales.
Surge
entonces una necesidad apremiante: formar maestros que puedan liderar el nuevo
currículo, guiar a las nuevas generaciones de estudiantes y ofrecerles las
herramientas que sean para ellos significativas dentro de su proceso de
aprendizaje.
Mi
país, Colombia, está apenas entrando en la era digital, tratando de incorporar
nuevas tecnologías en la educación. Nuestros estudiantes, por otro lado, desde
hace mucho tiempo atrás conocen de sobra estas tecnologías pero comprenden que
sus escuelas están apenas dando sus primeros pasos en el camino de
incorporarlas a sus currículos.
Los
maestros colombianos necesitamos prepararnos en la implementación y el uso de
las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en el ámbito
educativo para hacer nuestro sistema educativo competitivo a nivel regional y
mundial.
El
ministerio de educación de Colombia está haciendo esfuerzos ingentes para
mejorar la calidad de la educación del país, a través del mejoramiento de la
infraestructura física de las escuelas, apoyo a la población estudiantil para
reducir las tasas de deserción escolar, programas de profesionalización y capacitación
de los docentes, etc. Sin embargo, la economía y las finanzas del país no
parecen ser suficientes para cubrir tantos frentes que necesitan atención.

